Frankenstein o el epítome de la inteligencia en las ciudades.
Por Federico de Arteaga.
Invention does not consist in creating out of a void, but out of chaos. Mary Shelley[1].
Masdar en los Emiratos Árabes Unidos comenzó a construirse en 2008, está programada para completarse en 2025, y se presenta como la ciudad más inteligente del mundo. Masdar significa “fuente” en árabe, pero la ciudad parece algo parecido a un oasis. La energía solar y los edificios inteligentes se utilizarán para cumplir el objetivo de “cero residuos, cero carbono”. El diseño de la ciudad refleja los preceptos de la economía circular, en la cual las redes industriales están diseñadas para imitar el comportamiento cíclico de los ecosistemas naturales. La electricidad será suministrada por una planta de energía solar concentrada que alimentará un sistema de tránsito 100% eléctrico, así como plantas de desalinización de agua de mar. Cada hogar estará conectado a una red para monitorear el consumo de energía. Así; todo lo necesario y lo “trendy” del mundo estará contemplado.
¿Really? ¿Y el caos, y el alma de la ciudad y la gente?
Como dice Mary Shelley, lo interesante es crear en el caos: en los municipios de México, de Latinoamérica, en las favelas, en los márgenes de las ciudades; donde hay fuerzas encontradas que equilibrar, deseos que satisfacer, necesidades que contemplar, una sociedad que conformar. Integrar, pero para la gente. Hasta ahora las soluciones en las “smart cities” han sido mini-Frankensteins, sin la grandeza aterrorizante de aquél, pero mucho más perjudiciales, como las verdades a medias. Se han agrupado soluciones que eran para otros asuntos, de forma desarticulada y fuera de timing. Después de varios logros parciales y promesas incumplidas, estos Frankensteins se han ido animando, pasando de lo complicado a lo complejo, en procesos lentos, integrando problemas, personas, nuevas variables.
Los sensores, el hardware, el software, el deslumbramiento tecnológico, la obtención de data, lo real y lo abstracto son el Frankenstein: generan ciudades-burbuja ascépticas y utópicas … una sociedad de autómatas.
En Utopía Tomás Moro cuenta: “ la isla Utopía cuenta con 54 grandes y magníficas ciudades. Todas ellas tienen la misma lengua, idénticas costumbres, instituciones y leyes. Quien conoce una ciudad las conoce todas”.
¿Eso queremos?
O como en su final dijera Marguerite Yourcenar: “Qué aburrido hubiera sido ser feliz”.
[1] Introduction to Frankenstein, 1831.