La inclusión convierte a las ciudades en más inteligentes.
Por Lic. Carlos Herrero. Presidente fundador de Extrategia.
Estamos acostumbrados a ver la inclusión y el compromiso social como cerezas del pastel, añadidos que adornan una actividad empresarial o institucional y hasta como licencias sociales para poder operar. Concebir así la inclusión y el compromiso social hace que se pierda completamente su valor.
La inclusión como concepto polifacético implica la habilidad de contar con más personas, con todas las personas que puedan vivir experiencias inolvidables. Para entender esto se requiere un mínimo de inteligencia de mercado y las ciudades inteligentes deben apostar por ello.
Una empresa de venta directa de productos altamente eficientes y radicada en Jalisco me sorprendió un día confirmándome que contaban con un equipo de antropólogos. Yo, desde mi experiencia de estudios filosóficos no oculté mi sorpresa: “Sí, necesitamos incluir experiencias para todas las personas”, me respondió el dueño.
Hay mucho de antropología pura en la inclusión y por lo tanto, en las ciudades inteligentes. La inclusión no se puede quedar en un concepto bonito, en un adorno corporativo o en hechos irrelevantes. La inclusión real y verdadera debe responder a un planteamiento comprometidamente inteligente.
Las ciudades necesitan rampas para minusválidos, semáforos para sordos, caminos para bicicletas, sistemas de tráfico para todos, facilidades para la vialidad, internet de primera generación, restaurantes y edificios que permitan experiencias con diferente valor, información valiosa para todos, sistemas de seguridad, cámaras de seguridad, servicios cualificados de salud, la omnipresencia de servicios, espacios verdes, zonas de recreación. Sí para todos. La única forma de ser inteligentes consiste en ser incluyentes.
Mi pequeña ciudad castellana y medieval, Ávila de los caballeros, en el centro de España está nombrada como la ciudad con mejor movilidad en Europa. Es una ciudad amurallada, con una amplia zona peatonal y adoquinada, no precisamente industrial. Pero es una ciudad que piensa, que planea, que visualiza lo que significa una ciudad inteligente tanto para el que vive en ella como para el que la visita. Una población que quiere que todos vivan las tres experiencias fundamentales de esta sagrada ciudad: las murallas, convivir con la historia de Teresa de Jesús y comer la mejor carne del país.
La inteligencia debe estar encaminada a que todos disfruten, recuerden, y transmitan las maravillas que han vivido en una determinada ciudad. No es un tema de porcentajes o de circunstancias, es la forma inteligente de ver como la ciudad es de todos y para todos. La consecuencia clara será la valoración de la ciudad y su desarrollo continuo. Las licencias sociales se ganan con compromiso no con unas cuantas rampas y carteles.
A mí me gusta poco la gran ciudad de Amsterdam, porque su predilección por las bicicletas, excluye muchas otras formas de movilidad, especialmente para los discapacitados o para los distraídos. Pensar en las bicicletas es maravilloso, pero pensar en la experiencia de todos es mucho más inteligente e incluyente.
La inclusión se olfatea en las ciudades, porque aporta signos evidentes de aceptación, de facilitación, de convivencia, de movilidad, de telecomunicación, de comunicación, de calidad, para todos.
Lic. Carlos Herrero. Presidente fundador de Extrategia.
Licenciado en filosofía. Presidente y Socio Fundador de Extrategia, Comunicación y Medios. Miembro del consejo de la revistas Merca 2.0 y Factor RH. Consultor de comunicación y relaciones públicas en empresas como Jose Cuervo, Deloitte, Canon, Herdez, Universidad Anáhuac, Goldcorp y Royal Caribbean. Ha sido director general de la empresa IDI de asesoría a medios de comunicación y director editorial de la Fundación México Unido.