Mujer y ciudad.
Por. María Teresa Solís Trejo, Directora Especialista en el Sector Turismo en Deloitte México.
Las ciudades tienen la capacidad de proveer algo para todos, solo porque y solo cuando son creadas por todos.
Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities
La solución de problemas parte siempre de una perspectiva individual y, muchas veces, inconscientemente sesgada, imbuida en las premisas de nuestra situación y experiencia, de lo que asumimos necesitan, quieren y esperan otras personas.
Las herramientas de evaluación de los proyectos de infraestructura de las ciudades, típicamente el “análisis costo-beneficio”, evalúan el valor económico de la infraestructura, contra el número de personas que serán beneficiadas, así como el costo de oportunidad de dicho monto. Esta metodología, que en principio es muy razonable, puede sin embargo obviar aspectos cualitativos, asumiendo que los deseos y necesidades de las personas son iguales.
Si pertenecemos al perfil de los responsables de la toma de decisiones, esta situación puede ser imperceptible y solamente se hace visible cuando nuestras circunstancias cambian y nos vemos de repente como parte de una minoría que quedó en “punto ciego” de quienes en su momento tuvieron a su cargo las determinaciones.
Las ciudades son resultado del cúmulo de resoluciones que han tomado históricamente los diseñadores, arquitectos, ingenieros, urbanistas y autoridades, mayormente hombres sanos, educados, relativamente jóvenes con una buena posición económica y cultural en la sociedad. Quienes no correspondían a ese perfil, podían toparse con sorpresas resultantes de que alguien no pensó en su existencia.
Afortunadamente, a lo largo de los años, las urbanistas mujeres han ganado posiciones de liderazgo tanto en México como en el mundo. Dentro de las urbanistas mexicanas más destacadas figuran Sara Topelson, responsable de crear la Subsecretaría de Desarrollo Urbano federal y quien ha impulsado la investigación, el ordenamiento territorial, la vivienda social y el rescate del patrimonio cultural; Rozana Montiel, involucrada en diseño de espacios públicos y vivienda social; Tatiana Bilbao, con proyectos de urbanismo en México, China y Europa; y Saidee Springall, con diversos proyectos culturales en México y España.
A nivel internacional, dentro de las grandes mujeres urbanistas destacan Jane Jacobs, quien como investigadora y activista exploró la contribución de los barrios, aceras, parques y la preservación del patrimonio de Nueva York; Amanda Burden, neoyorkina conocida por su trabajo en renovación urbana como funcionaria al frente de la planificación de esa gran metrópoli y, más tarde, en una fundación que apoya a los municipios a mejorar la calidad de vida de sus residentes; Saskia Sassen, estudiosa de la ciudad, la migración y la tecnología.; y qué decir de la deconstructivista, creadora de obras inolvidables en todo el mundo, Zaha Hadid, quien mostró cómo la diversidad es un activo inigualable para la innovación.
Cuando hablamos de una ciudad para mujeres, en realidad hablamos de una ciudad para todos. Una ciudad en la cual el urbanismo sitúa en el centro a la persona con su pluralidad de edades, capacidades físicas, intereses y situación de vida. Las técnicas de “design thinking”, la planeación colaborativa y un liderazgo incluyente son partes básicas del proceso de creación de ciudad, que nos ayuda a superar sesgos y a generar ciudades más amables.
El creciente número de iniciativas en torno a las “ciudades inteligentes” ha visto también un cambio de enfoque de tener en el centro a la tecnología, a tener en el centro a la persona, ciudadanos y –en el caso de las comunidades turísticas- al visitante. El marco conceptual de Deloitte a nivel global en torno a las ciudades inteligentes muestra, por ejemplo, seis mecanismos habilitadores que tienen en su centro la participación e inclusión de las personas:
- Organización interna
- Ecosistemas colaborativos
- Datos y seguridad
- Tecnología digital
- Financiamiento
- Políticas públicas y regulación[i]
En este sentido, pueden darse numerosos ejemplos en ciudades como Tokio, Londres o Washington D.C. o Chicago, en donde es posible observar avances en materia de “diseño universal”: carriles para peatones con marcas en el piso para guiar por su camino a personas invidentes, elevadores y rampas en todas las estaciones de tren y aeropuertos, el sonido intermitente en los cruces de calle, simultánea a la señal verde del semáforo, así como innovaciones en museos y centros culturales, para generar experiencias multisensoriales y para permitir el disfrute del arte y la cultura a quienes viven con discapacidad.
La Fundación Thomson Routers, desde 2011 realiza una encuesta sobre las ciudades más peligrosas para las mujeres. La edición pública más reciente corresponde a 2017. La encuesta considera cuatro aspectos particularmente relevantes para la calidad de vida de las mujeres en la ciudad: violencia sexual, acceso a servicios de salud, prácticas culturales y oportunidades económicas. En ese año, los primeros lugares correspondieron a El Cairo, Karachi, Kinshasa, Delhi, Lima, Ciudad de México, Dhaka, Lagos y Yakarta.
En la Ciudad de México, en 2019, se lanzó un plan estratégico de género y movilidad, que incluye un programa de corredores seguros con elevada afluencia de mujeres en actividades laborales, recreativas, culturales y de traslado, en los cuales se desarrollan acciones para mejorar iluminación, mantenimiento preventivo, cámaras, botón de pánico con alerta sonora y visual, así como reportes de incidentes georreferenciados en tiempo real para despachar patrullas, ambulancias, bomberos o los recursos necesarios.
Al igual que se va dando un cambio cultural en materia de urbanismo, con respuestas técnicas o tecnológicas, es preciso trabajar en la gobernanza y en las actitudes de la ciudadanía. Fortalecer el estado de derecho, dar tolerancia cero a las agresiones de género, a la discriminación por cualquier motivo y la eliminación de la impunidad.
En las ciudades, independientemente del lugar en el mundo, requerimos también trabajar por una recuperación del civismo, de la cortesía, del respeto al otro y al bien común. Es fundamental la educación y formación de los niños, jóvenes y adultos, crear conciencia de nuestros sesgos inconscientes y de las virtudes de la inclusión. Por último, no olvidemos la importancia del ejemplo de los líderes en las organizaciones públicas y privadas, del contenido de los mensajes difundidos en los medios de comunicación y redes sociales, como mecanismos que influyen las perspectivas y comportamientos de los distintos miembros de cada comunidad.
[i] Deloitte Insights. “Inclusive smart cities. Delivering digital solutions for all” 28 de agosto de 2019.