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No eran palabras de 40 dólares.

No eran palabras de 40 dólares.
Photo by Peter Nguyen on Unsplash

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Por Federico de Arteaga.

Todo tiende hacia su opuesto

Heráclito de Éfeso.

Todo el tiempo me preguntan ¿Qué es una ciudad inteligente?

He tratado de encontrar muchas definiciones, sintetizar varias y adecuarla a la visión de Tequila Inteligente.

Hasta ahora no la había encontrado y ninguna me convencía, decía generalidades más o menos efectivas, pero no llegaba  a la esencia.

Pero Heráclito (535 A.C a 470 A.C) vino en mi ayuda.

Al final; una ciudad es inteligente del punto de vista tecnológico cuando tiene tanta tecnología que no se nota, es ubicua como el aire, pero no es una presencia, no es explícita, es implícita.

Y es tan inteligente no tecnológicamente cuando tiene tanta cultura y civilidad que es un espacio de experiencia para los residentes y los turistas.

Y sobre todo es un espacio de oportunidades y de opciones, es decir, de libertades.

Podemos elegir.

Como decía Luis García Montero[1] “hay lugares donde se cruzan casi todos los caminos” y las ciudades son esos lugares, el camino del artista y del jimador, del niño a la escuela y el del turista, el del que va al mercado y el del empresario. Y lo inteligente es diferente para todos, para el de la silla de ruedas y para el maratonista…

Y nadie lo está pensando racionalmente, no hay un “awareness de la inteligencia que precisamos”. Por lo tanto debe estar, como el drenaje, el agua potable, el aire.

Blockchain o no blockchain, conectarnos a o no, caminar o andar a caballo, andar en globo o en helicóptero, imprimir en 3D o pintar, nada obliga a nada.

A esto se le suma la vida doméstica y la vida civil, lo público, y a veces nos sorprenderíamos de la importancia de la tecnología en lo doméstico. Y el que prioriza en lo doméstico lo exigirá en lo civil.

Y la inteligencia en la ciudad puede limitar la ciudad compacta y hacerla más eficiente, porque al final, se trata de servicios y donde no hay servicios no hay residencia.

Poner tecnología no implica descuidar las tradiciones, banalizar la cultura. Poner sólo tecnología fuera de contexto no es convertir una ciudad en inteligente.

Pero hay que transformar, con un sistema de prioridades y ser coherente.

Como decía Chueca Goitia[2] “la transformación es incongruente cuando el ritmo de crecimiento es muy superior a las posibilidades de previsión de las autoridades, a su capacidad de asimilar los problemas, y, generalmente a su cortedad de créditos para acometer las reformas de gran empeño que son las que ayudan a crear nuevas estructuras eficaces”.

Saber que hay tecnología, que hay conectividad, que hay accesibilidad, innovación, que es sostenible y que hay gobernanza y cultura al menos se acerca.


[1]http://cdn27.hiberus.com/uploads/documentos/2018/08/01/_discursotomaposesinluisgarcamontero_4d853790.pdf

[2] Breve Historia del Urbanismo. Alianza Editorial. 2017.

 

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