Resiliencia para una ciudad plena.
Por Julio Diez Testa. Experto en Mindfulness.
La resiliencia es un término que ha cobrado auge en lo que va del siglo XXI, no porque antes las personas y las comunidades no hayan sufrido estrés o situaciones de riesgo, sino porque en este siglo como nunca se puede ver cómo la calidad de vida mejora con la adaptación, la superación de los momentos de estrés y cómo el ser resiliente aporta -tanto en lo individual como colectivo- una forma óptima de gestionar la dificultad, el riesgo, lo incierto y lo negativo.
La capacidad adaptativa más allá de las circunstancias adversas, se la denomina con este término que proviene del latín y cuyo significado nos remite a la capacidad de saltar, rebotar, volver atrás en un sentido estricto. Sin embargo, en una visión más amplia, quizás no se trate de volver atrás o el salto no sea algo involutivo, sino la posibilidad de ir hacia un sentido positivo y transformador: adelante.
Las comunidades como las personas pueden tener capacidad de adaptación. La resiliencia se construye, se aprende, se desarrolla. Las ciudades que hoy en día toman como desafío aprender de ellas mismas, utilizar su conocimiento para definir un perfil productivo, cultural, social e incluso, espiritual, son ciudades inteligentes y resilientes.
En este siglo aprender de la propia experiencia es más inteligente que conocer y aplicar la experiencia de otros sin haber revisado lo que uno siente, sus valores, aptitudes, recursos cognitivos y emocionales para hacer frente a la vida. Una ciudad inteligente y resiliente requiere este aprendizaje y sólo la conciencia plena, la atención a su propio proceso y necesidades, miedos y capacidades de cambio, es lo que le permite ser diferente.
Destinos que se asemejan pueden existir miles, pero los destinos con esencias son exclusivos y no se parecen a ningún otro. Esta es la verdadera resiliencia, algo que incluso tiene aspectos innatos y que definen a alguien como único, trascendente y con impronta.
Resiliencia frente al estrés
Una persona resiliente y una comunidad resiliente tiene mayor capacidad de enfrentar el estrés, más claridad en la tormenta y pueden resolver más creativamente situaciones complejas, sin que colapse su equilibrio emocional.
Ahora la pregunta es, qué hago para ser resiliente. Tanto en lo personal como en lo social, la resiliencia viene de la mano de un proceso de conciencia; un constante aprendizaje a partir de la observación y la atención puesta en nuestra mente, emociones, cuerpo, espíritu, acciones, sueños, creencias, memorias, etc. Esto que podemos observar en nosotros mismos, se puede observar en una ciudad inteligente. La ciudad puede tener su propia conciencia plena sobre sí misma a partir de lo grupal.
Una ciudad que es consciente a nivel habitantes individuales y socialmente, puede desarrollar su propio conocimiento, encontrar la gestión a sus incertidumbres, estrés o desasosiego y dar una respuesta inteligente a la adversidad o las amenazas. Esta respuesta se traduce en decisiones que podrán producir grandes procesos de adaptación, mejora e innovación sin resistencia y de forma pacífica y sana.
Para lograr la resiliencia primeramente hay que observarnos en experiencias pasadas donde pudimos salir adelante en momentos de zozobra y darnos cuenta que este potencial está en nosotros y cada uno. Al mismo tiempo, si en el pasado pudimos, hay que observar en qué se basó el éxito de manera específica y conceptual. También podemos descubrir y hacer consciente qué certezas y claridad teníamos entonces para lograrlo. Así le ganamos a la mente que siempre busca la catástrofe antes que la calma.
Una ciudad resiliente trabaja preventivamente en los grandes desafíos que conoce de manera cabal, por ello es imprescindible la constante observación que haga a sus procesos de toda índole: educativos, económicos, ambientales, tecnológicos, de seguridad, salud y todos los aspectos que se puedan incluir.
Para resiliencia es fundamental la integración: una persona no puede ser resiliente si no se comprende en conjunto y unida en todos sus aspectos. Con las ciudades sucede lo mismo.
Ser resiliente es convertir a los miedos en oportunidades. Es aceptar y enfrentar debilidades y, a partir de este reconocimiento, buscar creativamente soluciones, alternativas y novedad.
Las ciudades resilientes no sólo se levantan tras un desastre, un daño o una depresión, sino que pueden transformarse atravesando el proceso saludablemente.
El midnfulness es la piedra angular para crear, aprender y desarrollar la resiliencia; es lo que nos permite vivir con la mente clara y objetiva, gestionando los desbordes y el caos, volviendo una y otra vez a la calma de la conciencia y el equilibrio.
Medita en los siguientes enfoques: las veces que enfrentaste adversidades y lograste salir de ellas, qué aprendizajes tuviste y qué conocimiento atesoras. Enfócate en esta afirmación positiva: “La calma de mi mente y la sabiduría de mi conciencia me permiten claridad y equilibrio en todo momento de mi vida”. Te darás cuenta que sí puedes y que no tienes nada por lo que preocuparte. Frente a cualquier circunstancia, siempre podrás. Piensa bien, siente bien.
Julio Diez Testa.
Es autor y coach de meditación mindfulness. Actualmente dirige MD10 Espacio y juliodieztesta.com También realiza entrenamiento empresarial en mindfulness y eventos de bienestar para marcas y público en general. Su carrera incluye estrategias de comunicación sustentable y la responsabilidad social corporativa. Estudió Comunicación Social, se especializó en política y economía. Así mismo, tiene un master en Desarrollo Sostenible, Energías Renovables y Responsabilidad Social Corporativa. Se destaca su carrera en la publicidad en México. En televisión debutó en HINT TV y Azteca en el programa Vida y Salud con una cápsula de meditación. Es conductor de Renovación al 10 y da clases que son de una verdadera transformación para quien asiste.
Instagram @juliodieztesta