¿Se deben tropicalizar los modelos?
Por Federico de Arteaga. Director de Planeación en Grupo JB-Cuervo. Experto en Ciudades, Destinos Inteligentes, en Responsabilidad Social y Sostenibilidad.
“Para hacer la magia hay que dominar la técnica”. Jimi Hendrix
Después de su consolidación en España, el modelo de Destino Turístico Inteligente de SEGITTUR, cuya base es el de una gobernanza transversal a los pilares de sostenibilidad, tecnología, accesibilidad e innovación, está generando mucha atención en Latinoamérica.
Se trata de un sistema de gestión con una conceptualización holística con más de 400 indicadores.
Ahora bien, el hecho de cambiar de región ¿debe implicar necesariamente una tropicalización, o solo es necesaria cierta flexibilización?
Hay, desde luego, defensores de la tropicalización; de hecho, casi se da por sentado que es totalmente necesario –aunque tampoco termina de definirse mucho el alcance de dicha tropicalización…
Lo que se argumenta es que hay temas que no son tan importantes en España como en Latinoamérica. Pero lo que proponen, y ese es el riesgo, es darle una especie de espíritu navideño al modelo: colgarle todo lo que se les ocurra a los destinos en su visión tropical.
Sin embargo, lo que le sobra a Latinoamérica es justamente tropicalización, y lo que le falta son metodologías probadas, comparables y validadas.
No se puede confundir la necesidad de enfatizar ciertas cosas, o de incorporar indicadores propios, a hacer inamovible el sistema. Ya se ha visto demasiadas veces que, por querer hacerlo todo, se termina por no hacer nada y que, por adaptar un asunto, se le hace perder personalidad y efectividad.
Latinoamérica precisa, sin duda, flexibilidad y adaptaciones, pero ello no significa romper el modelo, o sobrecargarlo, pues esto conlleva el riesgo de que pierda su capacidad comparativa e innovadora.
Un sistema es comprehensivo, y los temas que se han puesto sobre la mesa como tropicalizables son seguridad, movilidad, las particularidades de la ciudad… Pero en muchos casos esos son temas anteriores al turismo, de base, transversales que tienen otros ámbitos de gestión que repercuten en el turismo pero no son la esencia a menos que se los comunique como “producto turístico”.
No pienso tampoco que Bilbao y Jaca tengan mucho que ver, o que Montevideo y Medellín decidan que no tienen nada que ver y que se deba adaptar una metodología.
Tequila, en su caso, no ha buscado tropicalizar el modelo SEGITTUR, sino que se ha apegado a sus pilares y a sus indicadores. Ello no quiere decir que no se hayan modificado alcances, ejecutores, plazos, temas o inversiones. Hemos visto la seguridad como transversal en términos de gobernabilidad y gobernanza, de fortalecimiento de una sociedad, de tecnología, de generación de empleo, de información; la movilidad como un elemento de accesibilidad en el destino y de espacio público tomando decisiones a partir de información de capacidad de carga del destino.
No se trata, por otra parte, de claudicar a una metodología. Está claro que ninguna ciudad es igual a otra, pero deben seguirse estándares y normas, así como una interoperabilidad, y sobre todo entender desde una conceptualización donde la inteligencia no tecnológica es más importante que la tecnológica.
Un ejemplo es el fútbol, las reglas, la metodología es la misma en todos lados, ¿se ha necesitado tropicalizar? o se ha jugado con el “sabor local”.
Una metodología no es “las tablas de la ley”, pero tampoco es un palo donde se puede colgar cualquier cosa. Si se empieza por tropicalizar, o por decidir qué hay que tropicalizar, se pierde tiempo valiosísimo en ejecución y en aprendizaje, para volver al viejo problema de América Latina el sobre diagnóstico, la parálisis por el análisis, y la búsqueda del todo que no deja hacer nada.
Asimismo, no hay que olvidar el incorporar a los grupos de interés –la pentahélice de la que habla Igor Calzada: una vez impulsado el proceso, si realmente se lo quiere hacer inclusivo, se tendrán resultados imprevisibles para un producto que es al final otra metodología: imperfecta, mejorable y opinable.
Tampoco hay que olvidar que muchas de las metodologías están soportadas por certificaciones como la de AENOR/SEGITTUR. El hecho de generar cambios sin esa validación no siempre permitirá la certificación.
En un mundo de simultaneidades y tiempo real, las ciudades deben gestionar la complejidad, que no es la suma de temas a incorporar, sino un sistema puesto en marcha para solucionar.