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Hic Sunt Dracones

Hic Sunt Dracones

Por Federico de Arteaga. Master en Dirección y Administración de Empresas (MBA) por la Universidad Católica de Uruguay y PhD en Responsabilidad Social, Innovación y Sostenibilidad por la Universidad Anáhuac.

Otro zoom, otro congreso. Empieza a cansar la letanía, a aburrir los argumentos, desde hace años el discurso de las ciudades inteligentes no se mueve y no se mueve porque no logra los resultados esperados. Logra en el establishment complicar la discusión, intentar modelos y revisar casos más o menos exitosos. Pero las ciudades que se analizan no son reales. No son toda la ciudad, no son toda su gente, no están ahí las ciudades.

Podrían ser los Centros Históricos o los Centros Turísticos los Inteligentes, pero las fronteras de esas ciudades, las ciudades umbrales, las ciudades miseria, los slums, no están.

La ciudad tiene grados: de riqueza y pobreza, la que ven los visitantes, la que está colapsada en el tráfico, la que tiene temblores o inundaciones, la que se amuralla, en la que campea la inseguridad. Y en esos grados se juega el partido.

Las ciudades tienen un lenguaje, una mística, una vocación, un imaginario para los turistas y una realidad para los residentes.

La búsqueda de la inteligencia ha sido necesaria, las ciudades a cierta escala cambian cuali y cuantitativamente y no se pueden gestionar con las categorías anteriores. De la secuencialidad a la simultaneidad, el tiempo real, la conectividad, de lo complicado a la complejidad, de la visita contenida a la estacionalidad masiva.

La gente es la que hace las ciudades, las que nacen allí, los que migran, los que llegan, lo que se comercia, el mercado en la plaza pública, los oficios, los servidores públicos y los trabajadores privados, las familias, los estudiantes y los deportistas. La cultura; una ciudad sin cultura no es una ciudad.

El objetivo es intentar conocer dónde no está la ciudad. La ciudad no está en los modelos inteligentes, la ciudad no está en los énfasis, ni en los mandamientos, ni en las formas. Tampoco está en la ciudad conservadora e inmóvil. Puede ser que esté en las fronteras, en ese espacio gradual de interacciones territoriales y humanas donde los sistemas se reconfiguran permanente y naturalmente. Y sobre todo es que no existe una ciudad única, si la realidad se hace de percepciones y de vivencias, la ciudad está en como la vive cada persona.

La ciudad de México no es Dublín, ni Montevideo ni Amsterdam; ninguna ciudad es la de nadie, ¿Roma es la de los historiadores o la de los actores de cine?, ¿Santander es de los aficionados a la vela o de los que les gusta los museos?

Quevedo sabía de que hablaba:

“Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas.”

Y así a las ciudades no se les puede aplicar un modelo industrial, las ciudades no se comportan como máquinas, son más parecidas a sistemas biológicos, con inteligencia distribuida, desconcentración, redes, información adaptativa y capacidad predictiva.

Si no se tienen en cuenta más variables después de un modelo de ciudad inteligente concentrada en los centros históricos, si no se llega a las periferias y si no se analizan los grados de actuación en las ciudades, seguramente en los mapas habrá que poner la vieja frase latina “hic sunt dracones”.

 

 

 

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