Las ciudades son el mayor invento del hombre.
Publicado por El País. Ver publicación original aquí.
Aníbal Gaviria (Medellín, Colombia, 1966) dice que tiene muchas camisetas, la de exalcalde de Medellín, la de gobernador de Antioquia y, desde el pasado enero, la de presidente de la organización Cities Alliance. Con cada una de ellas, dice, defiende lo que más le apasiona: la lucha contra la desigualdad. Lo hizo en su ciudad natal, varias veces premiada con prestigiosos galardones por sus proyectos de transporte público, innovación y desarrollo sostenible. Ahora, planea aplicar su experiencia en otras urbes del mundo.
Con todas sus camisetas ha acudido a la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales, organizada en Durban (Sudáfrica) por la red de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU). Su actividad en el congreso es intensa como ponente en los paneles de expertos, pero también para escuchar las disertaciones de otros. Es fácil encontrarle entre el público en las sesiones en las que se debate sobre el derecho a la ciudad, y cómo hacer las urbes más habitables e inclusivas. Entre charla y reuniones, atiende esta entrevista, libreta en mano para hacer números y dibujar gráficas, ríos, ciudades…
¿Cómo es el paso de gobernar una ciudad a ser presidente de una organización global?
Tiene una similitud importante. Cities Alliance tiene un foco, que es atacar la pobreza urbana, y eso de alguna forma es lo que hemos hecho eficientemente en Medellín. Atacar la desigualdad con inversiones altas y sobre todo bien focalizadas e integrales en los barrios más marginales. Cuando me hablaron de postular mi nombre para la presidencia, no dudé en decir que estaba disponible. Porque me apasiona, y ese ha sido el elemento fundamental que me ha impulsado al servicio público, luchar contra las desigualdades. Y si lo pude hacer en Medellín, lo puedo hacer a escala global en esta organización, apoyando a otras ciudades que quieren librar esa lucha.
¿Es replicable el modelo de Medellín en otros contextos como el africano o asiático?
Más que un modelo, Medellín es un conjunto de buenas prácticas y una fuente de inspiración. El mensaje más importante que la ciudad le ha mandado a otras que tienen dificultades relacionadas con la desigualdad y la violencia es que sí se puede salir. Aunque no sean las más pobladas ni con mayor presupuesto. Es un mensaje de esperanza. Las buenas prácticas sí son replicables, unas más que otras, siempre con cuidado de saber adaptarlas a cada contexto, a su cultura, entorno geográfico e institucionalidad. Ya hay ejemplos de éxito, y también de fracasos, de algunas experiencias de Medellín que se han aplicado en otras ciudades.
¿Cuáles?
Medellín fue la primera ciudad en el mundo en introducir el cable [teleférico público] como transporte público, que llevaba 100 años siendo de uso turístico. En La Paz, en Bolivia, han implementado un sistema de cables y, aunque hubo algunos problemas políticos, la información más técnica que me ha llegado es que ha tenido un efecto favorable para la población. Sería interesante que Medellín hiciera una evaluación de cómo han funcionado algunas de las réplicas de sus buenas prácticas en Guayaquil, Buenos Aires, ciudades brasileñas…
¿Cuál es la propuesta de Cities Alliance para acabar con los asentamientos informales?
En la medida en que integremos adecuadamente a los habitantes que viven en ellos y los llevemos de la informalidad urbana y económica a la formalidad, la generación de valor para la ciudad y para la sociedad será inmensa. La gran oportunidad del mundo futuro está en la periferia.
Creo que los slums son un problema, pero más que eso son una inmensa oportunidad.
¿Cómo se consigue esa integración?
No hay duda. Lo que tenemos que hacer en muchas partes de América Latina, África y Asia, es lo que hemos hecho en Medellín: mejorar los slums, llevando movilidad sostenible, económica y de calidad a esos territorios. Antes de que se abriera el primer cable, los habitantes de ese sector de la ciudad, que estaban en la montaña en la periferia, decían «vamos a Medellín» cuando se desplazaban al centro. No se sentían parte, aunque lo eran. Cuando lo abrimos tardaban menos tiempo en llegar y pagaban menos. La transformación fue total y se sentían parte, no solo porque estaban conectados, sino porque otra gente de la ciudad por primera vez fue para allá. Adicionalmente construimos un jardín de infancia, una casa de justicia e hicimos mejoramiento de viviendas. Ese desarrollo integral es lo que tenemos que hacer con todos los asentamientos informales del mundo.
Para llevar electricidad, agua, saneamiento, pavimentar estos asentamientos, hacen falta recursos que muchos gobiernos locales de países en desarrollo no tienen. ¿Qué solución hay?
Hay que ser honestos y reconocer que hay slums que están ubicados en territorios que, por distintos motivos, no van a poder ser habitables porque la vida y la salud de las personas estarán en peligro. Y deberán ser reubicados. En cuanto a la financiación, creo que al hacer inversiones adecuadas en esos territorios se genera valor. Esa puede ser la fórmula para financiar esos mismos mejoramientos.
Nosotros no hacemos escuelas, ni jardines infantiles, ni cables para pobres. Nuestra arquitectura es de diseño y funcionalidad del más alto nivel. Eso genera valor en territorios deprimidos, pero también dignidad y arraigo
Aún así hace falta inversión pública.
Obviamente, se requieren importantes cantidades para hacer cambios. Pero tiene más que ver con la voluntad política. Las inversiones en comunas con más alto índice de desarrollo humano deben ser mínimas. Las mayores se deben hacer en las zonas de menor índice de desarrollo. Parece lógico, pero en muchas ciudades no es así y destinan más fondos a las zonas más favorecidas. Puedo decir con orgullo que en Medellín, nuestros espacios públicos son de mucha calidad, nosotros no hacemos escuelas, ni jardines infantiles, ni cables para pobres. Nuestra arquitectura es de diseño y funcionalidad del más alto nivel. Eso genera valor en territorios deprimidos, pero también dignidad y arraigo. Esto podría servir para otros lugares.
¿Cómo pueden abordar las ciudades africanas el crecimiento demográfico para, aún con más población, ser habitables y sostenibles?
El más contundente controlador demográfico es el desarrollo. Si logramos mayores niveles de equidad en sociedades altamente desiguales, vamos a conseguir menores niveles de crecimiento demográfico. Además, no soy de los que califican el crecimiento de las urbes negativamente. Las ciudades son el mayor invento del hombre. Son generadoras de bienestar, de riqueza y conocimientos, y pueden asumir la mayor parte del crecimiento demográfico. Lo que hay que mejorar es la distribución para que sean más igualitarias y sostenibles.
¿Cómo es la ciudad ideal?
Más compacta y menos expandida. Es positivo en términos de sostenibilidad y de calidad de vida. Una ciudad muy diseñada para el transporte público y desincentivar el privado o individual. También planificada para las bicicletas y los peatones. Dos formas de moverse que, además de no contaminantes, son saludables. Que mezcle los usos del suelo para no segregar. Tiene que ser una ciudad pensada para proteger los dos bienes públicos más preciosos que tiene una sociedad, y a veces nos olvidamos: el agua y el aire. En resumen: que sean ciudades para la vida. Esto requiere de una buena planificación y que se cumpla, que no quede en anaqueles porque no haya voluntad política o porque los intereses de unos pocos se superpongan a los de la mayoría.
La ciudad tiene que proteger los dos bienes públicos más preciosos que tiene una sociedad: el agua y el aire.
Muchas ciudades ya existen con todos sus problemas, ¿hay opciones de transformar lo que hay?
Hay dos retos: hacer los nuevos barrios bien y reurbanizar, rediseñar y reconstruir las partes con deficiencias. Es la oportunidad de transformación más grande que ha tenido la humanidad en su historia para llegar a una sociedad más equitativa. La desigualdad en las ciudades no es un problema de pobreza, sino de distribución. Para solucionarlo, tenemos un compañero que bien utilizado va a ser la llave maestra: la tecnología.
¿Qué papel tendrán las ciudades intermedias?
La atracción de las megaciudades solo se frenará cuando las intermedias sean capaces de atraer a la gente. Creo que esto se va a lograr en los próximos 30 años. ¿Cómo? A través de una oferta de bienes cada vez más anhelados por los habitantes urbanos: más tranquilidad, aire más puro, mejor movilidad, menos congestiones. Y que a través de la tecnología, tengas casi las mismas facilidades y oportunidades que en una megaciudad.
Varias expertas, aquí en la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales, han expresado que las ciudades están hechas por hombres y para coches, ¿hace falta más perspectiva de género en la planificación?
La inclusión de las mujeres en las decisiones políticas y servicios públicos es otra de las grandes oportunidades que el mundo debe explotar en los próximos años. Tendrá unos beneficios incuantificables. La mujer, y más en nuestras sociedades latinoamericana, africana y gran parte de Asia, es el activo social más inexplotado. Es básico tener más mujeres. Que tomen decisiones, que formen parte del diseño de las ciudades y pongan su mirada.
Cada vez hay más líderes que reniegan del desarrollo sostenible, niegan el cambio climático y son contrarios a la igualdad de género, ¿qué papel pueden desempeñar los alcaldes en contrarrestarlos?
Este contexto de líderes globales con ideas retrógradas es preocupante y decepcionante. Buena parte del mundo se pregunta qué está pasando. Quienes estamos en una orilla distinta tenemos que pensar francamente qué no hemos hecho bien. La gente está explorando otras alternativas a las que nosotros les hemos presentado para abordar problemas tan trascendentales como la desigualdad y el cambio climático. Quiero pensar que tiene que ver también con una indigestión de redes sociales, que nos están llevando a un neopopulismo. Pero no solo vale señalarlos, como hacemos, como los retrógrados, los equivocados, los oscuros; sino que tenemos que presentar soluciones.
¿Es posible una respuesta desde lo local?
Vamos a un mundo de ciudades, pero tendremos qué ver qué poder tienen. Hoy cuentan con mucha población y riqueza, pero todavía son meras invitadas al contexto mundial de la toma de decisiones. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son de las Naciones Unidas, la Nueva Agenda Urbana es de las Naciones Unidas. No digo nada contra la ONU, pero debemos conseguir que las ciudades tengan realmente más poder en la definición de la agenda global. Debemos ser el nuevo actor del equilibro global. Somos más pragmáticas y menos ideologizadas. Eso hace que seamos más amigas que las naciones, que son más competidoras. No me cabe duda de que seremos el colchón a los excesos y fanatismos nacionales, pero tenemos que ganar más protagonismo real para lograrlo. Por eso apuesto por el crecimiento de organizaciones como Cities Alliance o la CGLU. También he propuesto que se cree un banco mundial de ciudades, igual que existe un Banco Mundial de países. Para que 2050 no sea un mundo de ciudades gobernadas por naciones.