¿Dónde es necesaria la velocidad? ¿dónde la espera?
Por Federico de Arteaga.
En una plática muy interesante del Dr. Pablo Valenti[1] en el 4to. Encuentro de Ciudades Inteligentes en Montevideo en 2018, pone de manifiesto la importancia de la “velocidad de las ideas”. Da varios ejemplos, cita a empresarios del sector de la tecnología y lo digital, valida el punto, y al final reflexiona diciendo que para lograr el proceso de cambio no alcanza con acelerar ya que la cultura de cada ciudad es esencial y que ganan aquellas que se conocen a sí mismas.
¿En qué hay velocidad?
Evidentemente en las ideas, en la obsolescencia tecnológica, en la innovación, en la implantación de recetas, en la poca reflexión y en las soluciones a lo complicado.
Se es rápido en lo predecible.
¿Estamos lentos o queremos ser lentos?
En la época del Big Data, se sabe que a veces 2+2=3.9 y es suficiente, que los “qué” precisan velocidad y que al manejar tantos datos no es necesario contar con el 100% de los datos para tomar decisiones sino que con el 60-70% es suficiente y que el tiempo de análisis marginal de espera es caro y es inútil.
Acá estaríamos lentos.
Las ciudades “inteligentes” en muchos casos no precisan ser veloces en la adopción de tecnología, eso es rápido y fácil. Lo que precisan son modelos de prevención, de negocio, de “mejorar las partes menos obvias del sistema” como decía Donella Meadows[2].
Ahí si estamos lentos seguro.
¿En qué queremos ser lentos?
Antonio Muñoz Molina, el escritor español decía en una entrevista[3] que las cosas importantes de la vida requieren de la espera y que es imposible apurarnos: el nacimiento de un hijo, el solsticio de invierno…
La complejidad es lenta.
Las ciudades son sistemas complejos, las sociedades como laboratorio social que son también, acá no hay atajos.
Acá debemos esperar.
Y reconocer el solsticio y el rayo.
[1] La Velocidad de las Ideas. http://www.youtube.com/watch?v=qlytzmmpyNo
[2] Thinking in Systems. 2010.
[3] Al Sur. http://www.youtube.com/watch?v=gij6c51lQJY&feature=youtu.be