La privacidad bajo asedio.
Por Dr. Ricardo Mezzera. Experto en Derecho y ciencias sociales, en áreas jurídicas del transporte y del trabajo.
Todas las épocas han tenido sus enfrentamientos sociales, filosóficos y políticos. El renacimiento desplazó a codazos las estructuras medievales. Más cerca en el tiempo la tensión fue entre individualismo y colectivismo. En definitiva, la libertad en conflicto.
Hoy tenemos, entre otras disputas, a la privacidad en entredicho producto del mundo digital. Puede ser una cuestión filosófica planteada en esos términos, pero es primero (y fundamentalmente) una realidad práctica y cotidiana en el más literal de los sentidos. Y la cuestión discurre entre alarmismos, complacencia o, lo que es siempre peor, mera indiferencia.
Para algunos el “gran hermano” orweliano tiene cara de red social; para otros, que la expansión descomunal y democrático del acceso a la ciencia y la cultura bien vale pagar la alcabala de que se nos espíe permanentemente para vendernos productos e ideas, o que nos transformemos nosotros mismos en productos.
El primer estudio del derecho a la privacidad que conozco se publicó en una revista de Harvard ya culminando el siglo XIX. Sin embargo, pocos años después, Henry Ford recopilaba datos de la vida privada de sus empleados en una suerte de policía laboral que concluía si el empleado era confiable o no como tal por la forma en que llevaba sus finanzas o por su situación familiar.
En el mundo digital (¿o deberíamos decir, en el universo digital?) la situación se ha potenciado infinitamente y la cuestión meramente técnica y electrónica mutó en un problema filosófico y social mayor, quizás el más importante de nuestra época.
Propongo un punto de partida algo arriesgado: sin privacidad no hay libertad capítulos enteros de las constituciones de occidente (al menos) son transformadas en letra muerta o en papel mojado. ¿O pensamos, acaso, que si nuestros deseos y preferencias son conocidos y especialmente anticipados por ese gran hermano esteremos igualmente a salvo de intentos de manipulación?
La privacidad es un castillo sometido a asedio. Las torres de asalto y las catapultas tienen ahora forma de algoritmos. ¿Es una interpretación catastrofista? No lo creo. Hasta algunos procesos electorales están hoy bajo sospecha de manipulación porque la cosecha y tráfico de datos personales la hace posible y plausible.
A esto debemos sumarle la inteligencia artificial y desembocamos entonces en un resultado que no es siquiera predecible para el manipulador porque ese sistema es una suerte de caja negra con procesos que se innovan y dirigen sin participación humana.
¿Estará el resultado de la batalla a favor de la privacidad ya determinado? ¿Llegarán tarde las legislaciones con pertrechos para los sitiados? ¿O la solución vendrá por el lado de una decisión individual, de cada uno, cuando aprieta un “like” o cuando acepta uno de esos mal llamados acuerdos de privacidad, que deberían tener como rótulo “acuerdos de no privacidad?
El futuro distópico no es la tierra arrasada por un conflicto nuclear. Quizás sea una tierra arrasada digital.
Dr. Ricardo Mezzera.
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de la República, Uruguay. Vicepresidente del Colegio de Abogados del Uruguay por dos períodos e integrante de su Tribunal de Honor. Socio Fundados de la Asociación Uruguaya de Derecho Ambiental y de la Asociación Uruguaya de Derecho Aeronáutico y Espacial. Se especializa en las áreas jurídicas del transporte y del trabajo. Consultor.