Inteligencia vegetal distribuida aplicada a la sostenibilidad urbana
Publicado por Mexico Business News. Ver publicación original aquí. Por Dr. Federico de Arteaga. Líder del Proyecto Destino Turístico Inteligente Tequila y Vicepresidente de la Red de Destinos Turísticos Inteligentes de Iberoamérica.
Como se expresa en el Laboratorio de Ciudades Sensibles, «A medida que las capas de redes e información digital cubren el espacio urbano, surgen nuevos enfoques para el estudio del entorno construido. La forma en que describimos y entendemos las ciudades está siendo transformada radicalmente, al igual que las herramientas que usamos para diseñarlas.» En este sentido, la creciente preocupación por la sostenibilidad urbana y la necesidad de abordar los desafíos ambientales han impulsado la búsqueda de soluciones creativas. Una de estas soluciones emergentes debería ser la adaptación de la inteligencia vegetal distribuida en el entorno urbano.
¿Pueden las Ciudades ser tan Inteligentes como las Plantas?
La inteligencia distribuida en el contexto de las plantas se refiere a su capacidad para procesar información y tomar decisiones a nivel local. Stefano Mancuso dijo sobre las plantas: «La inteligencia distribuida de las plantas es lo que las ciudades deben incorporar», agregando que «las plantas son la quinta esencia de la modernidad: una arquitectura modular, cooperativa y distribuida sin centros de comando, capaz de resistir perfectamente las depredaciones catastróficas y continuas sin pérdida de funcionalidad».
¿Qué tiene que ver esto con las ciudades?
Que no hemos sabido mirar.
Antonio Muñoz Molina, en su conferencia, Rondas del Prado: en el Jardín de las Imágenes, nos dice que podemos mirar estáticamente, pero podemos mirar con imaginación, sin imponer nuestra mirada y manteniendo el rigor sin menoscabar la claridad.
Hay muchas formas de mirar una ciudad. La planificación urbana también debe integrar la naturaleza en la planificación del uso del suelo para desarrollar la conciencia ambiental. Durante la infancia, la ciudad debe proporcionar espacios para que el niño experimente los beneficios de interactuar con el entorno natural.
Así como no hemos sabido mirar las plantas, no sabemos mirar las ciudades. Y hablamos de ciudades inteligentes pero no explicamos qué es la inteligencia y no reconocemos su capacidad de aprendizaje. Si el comportamiento inteligente es un fenómeno complejo y adaptativo que se ha desarrollado para permitir a los organismos hacer frente a las cambiantes condiciones ambientales, las ciudades deben revisar su fisiología para adaptarse.
Y nadie ha calculado la curva de aprendizaje de las ciudades, porque la base de algo inteligente es aprender y memorizar. Extrapolando, inconscientemente, es lo que estamos haciendo con los sensores; por ejemplo, para medir la contaminación del aire, o más específicamente cuando comenzamos a estimar ex-ante la concentración de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), estamos asimilando la inteligencia de las plantas, su sensibilidad, pero también su capacidad de aprendizaje y memoria, donde los sensores pueden contribuir al análisis de sensibilidad para la toma de decisiones lúcidas.
En esta era de información en tiempo real, las ciudades deben ser vistas holísticamente como un mapa de sistemas distribuidos que se mueven mientras son y comunican transformándose. Si antes arrojábamos piedras y ahora liberamos pájaros, debemos incorporar una antigua sensibilidad, la que hace que la raíz no colisione sino que gire al enfrentarse a un obstáculo, porque si el animal huye, la planta resiste.
Seguramente, el gran aporte de la lógica de las plantas es la resiliencia, y esta intersección entre biología y tecnología promete ciudades más resilientes, eficientes y en armonía con la naturaleza. También hay varias formas en que esta integración planta-ciudad puede tener un impacto positivo:
- En la gestión del agua: las plantas son expertas en la gestión del agua, absorbiendo y liberando humedad según las condiciones ambientales. En una ciudad, este conocimiento puede ser utilizado para mejorar la gestión de aguas pluviales y prevenir inundaciones. Los sistemas de drenaje inspirados en la inteligencia de las plantas podrían ajustar automáticamente su capacidad de absorción según la cantidad de lluvia, reduciendo el riesgo de daños por inundaciones;
- En la eficiencia energética: las plantas utilizan la fotosíntesis para convertir la energía solar en nutrientes. Inspirados por este proceso, los edificios podrían incorporar fachadas fotovoltaicas que imiten la capacidad de las plantas para capturar y utilizar la energía solar. Además, los sistemas de sombreado basados en la orientación del sol podrían optimizar la temperatura interior, reduciendo la necesidad de aire acondicionado artificial;
- En el monitoreo ambiental: las plantas tienen la capacidad de detectar cambios sutiles en su entorno. Al integrar sensores en la vegetación urbana, es posible crear una red de monitoreo ambiental en tiempo real. Estos sensores podrían medir la calidad del aire, la humedad del suelo y otros indicadores clave, proporcionando información valiosa para la toma de decisiones urbanas informadas;
- En la adaptación al cambio climático: La inteligencia de las plantas les permite responder a estímulos externos y adaptarse a nuevas condiciones. Diseñar espacios verdes urbanos con una variedad de especies vegetales podría fomentar la diversidad genética y la capacidad de las plantas para sobrevivir en condiciones cambiantes, lo cual es esencial en un mundo afectado por el cambio climático.
Adaptar la inteligencia distribuida de las plantas en el contexto urbano es un paso hacia el diseño de ciudades más sostenibles y resilientes. Al aprovechar la capacidad inherente de las plantas para adaptarse y responder a su entorno, se abren nuevos caminos para la innovación en el diseño urbano y la gestión ambiental.
En resumen, como dijo Octavio Paz: «Si la geografía es la madre de la historia», las plantas deben ser el árbol genealógico de las ciudades.