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Bienes públicos, no el estado.

Bienes públicos, no el estado.

Por Federico de Arteaga. Experto en Ciudades, Destinos Inteligentes, en Responsabilidad Social y Sostenibilidad.

A veces lo implícito parece contener lo explícito.

Es el ejemplo del Estado, siempre se ha hablado de más Estado o menos Estado como concepción política.

Seguramente los que han reflexionado sobre este tema tenían implícitamente contemplada la generación de bienes públicos.

Pero en las discusiones actuales lo que se puede apreciar es que cuando se habla de Estado, se lo analiza como regulador, generador de empleo, proveedor de subsistencia; como tema arrojadizo entre sectores políticos enfrentados.

¿Qué se ha perdido en el camino? La importancia de la generación de bienes públicos y su rol estratégico.

Obviamente la abundancia de empleados públicos es un problema, al igual que el clientelismo político que no analiza la productividad marginal de cada incorporación al sistema, ni la gestión de los riesgos de ese empleo en las pensiones. También existen las necesidades de grupos sociales específicos de recibir ayuda, pero no la dádiva permanente a grupos que pueden ser ellos mismos los generadores de esos recursos.

El costo de oportunidad –o más bien, la oportunidad– el timing es clave. En la pandemia quedó de manifiesto mucho de esto. Al principio se volcaron cantidades ingentes de recursos de todo tipo durante los primeros meses, y todo al mismo tiempo: empresarios y empresas; el Estado menos; ONGs, fundaciones, organismos internacionales… En un voluntarismo sin estrategia, que lo que hizo fue lo de siempre: sobrepasar la necesidad en un momento, para después, un año después, cuando realmente se precisa a largo plazo el apoyo a empresas, no con dádivas sino con políticas públicas, con créditos, con proyectos que impulsen una red de valor; ahí ya no queda capacidad de seguir ayudando.

La crisis no la sacan adelante los donantes, lo hacen las empresas, los emprendimientos, los servicios y la generación de bienes públicos.  Ésta –la generación de bienes públicos– es lo que importa, porque esa generación de bienes fundacionales permite la generación de bienes privados, de responsabilidad social y de bienes de convivencia.

A veces los implícitos no reflejan lo explícito. Y cuando no se habla de los impactos, y se sigue hablando de la causa y del motor, el auto seguirá parado; prendido, pero parado. Y el Estado, que muchos consideran y del que discuten, es eso: un auto parado y prendido, costándole a todo el mundo, lleno de pasajeros, y que nunca arranca.

En un tiempo en el que las redes físicas, digitales, sociales y mentales son la realidad, donde la dinámica es otra, donde la simultaneidad ha superado la secuencialidad, donde las cosas pasan en tiempo real y se debe actuar en tiempo real, habría que revisar si no seguimos discutiendo el sexo de los ángeles.

 

 

 

 

1 Comment

  1. Santiago Malvicino

    Brillante artículo! Felicidades!
    Una descripción simple y al hueso de un problema que algunos más otros menos, tienen todos los países de LATAM, un automóvil con motor encendido pero que no avanza.

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