¿Qué se quiere de las ciudades?
Por Federico de Arteaga. Director de Planeación en Grupo JB-Cuervo. Experto en Ciudades, Destinos Inteligentes, en Responsabilidad Social y Sostenibilidad.
Parecería que el concepto de las ciudades inteligentes ni crece, ni madura: está en estancamiento dinámico. Se mueve, pero no avanza.
Ello se debe, sobre todo, a la percepción de que una ciudad inteligente es un campamento tecnológico. También a la despersonalización de las ciudades, pues parece ya no importar que Amsterdam o Bilbao sean espectaculares, sino que sean, o no, inteligentes –como si el apellido “inteligente” fuera que importa. Ciudades que están hace miles de años, parecería que no aportan nada si no tienen sensores y cámaras…
¿Qué queremos, pues, de las ciudades?
¿Que tengan likes, seguidores, espacios instagramables?
¿O que sean seguras, caminables, integradas, socialmente inclusivas, dinámicas, con espacios públicos, accesibilidad, y buena gobernanza? La cercanía, los balcones y ventanas que fomentan una percepción más amable de la calle. Si alguien camina solo, es fácilmente visible por los vecinos; los “eyes on the street” (ojos en la calle) de los que hablaba la experta en urbanismo Jane Jacobs.
El 80% de lo que pasa en las ciudades es inteligencia no tecnológica: el diseño, la funcionalidad, la convivencia.
Anna Gener, Presidenta de Savills Aguirre Newman y miembro de Barcelona Global, habla desde un visión inmobiliaria en una entrevista en CATERINA[1], donde pone de manifiesto algunos temas fundamentales:
- La importancia cada vez más definida de no solo la ciudad, sino de los barrios y hasta de los códigos postales en ciertos indicadores. “Hay zonas que han pasado de representar el 4% del PIB de Barcelona al 16%; se han implantado más de 8.800 empresas que han generado 93.000 puestos de trabajo”.
- “Tras la pandemia retomaremos una tendencia que venimos observando a nivel global desde hace tiempo; hay un perfil de profesionales que pasan largas estancias en diversas ciudades de manera consecutiva”. Y esta relación turista / residente se diluye, la persona que pasa un mes en un destino, ya es un residente, y más aún si retorna.
- “Esta población flotante normalmente tiene un nivel de formación elevado y un poder adquisitivo relevante, por lo que deja un impacto muy positivo en la ciudad en la que se asienta temporalmente, porque son usuarios de nuestros comercios, de nuestros restaurantes y de la oferta lúdica y cultural de nuestras ciudades”. Esto implica un nivel de sofisticación en la oferta, que no puede estar ajena a los residentes. “La clave está en el talento que las ciudades sean capaces de atraer, formar y, por encima de todo, conectar con la vida económica”. Una ciudad “inteligente” –o más bien interesante– puede atraer talento, pero lo que hace es lograr que permanezcan. No basta con atraer.
- “Las ciudades que son más atractivas para el talento y las inversiones son aquellas ciudades con un elevado grado de dinamismo económico, social y cultural”.
- “Hay que tener un contacto fiable en la ciudad que te va a acoger durante varias semanas o varios meses”.
Lo que no es deseable es la despersonalización. Como dice Marc Augé[2] : “Si un lugar puede definirse como un lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar. Un mundo donde se nace en la clínica y donde se muere en el hospital…”
Ninguna de estas reflexiones pasa esencialmente por la tecnología: aunque todas la tienen, es como nombrar la carreta delante de los bueyes.
Lo importante es la ciudad, y el grado de inteligencia se dará cuando, sin nombrarla, se hará evidente.
[1] https://caterina.house/es/ciudades-del-futuro/
[2] Augé. M (2008) Los no lugares.