Sólo para nerds
Por Federico de Arteaga. Master en Dirección y Administración de Empresas (MBA) por la Universidad Católica de Uruguay y PhD en Responsabilidad Social, Innovación y Sostenibilidad por la Universidad Anáhuac.
En un interesante libro, The 99% Invisible City, Mars y Kohlstedt cuentan las historias de lo invisible, lo que hay abajo, arriba, o detrás de las ciudades.
No lo glamoroso, no lo evidente, sino esencialmente “el mundo escondido del diseño”, en lo discreto, lo llamativo, la infraestructura, la arquitectura, la geografía y el urbanismo.
Parte de la inteligencia no tecnológica de la ciudades es resolver; para que no explote una calle gracias al uso de colores, rojo para líneas eléctricas, naranjas para telecomunicaciones, amarillo para gasoductos, verde para alcantarillado, azul para agua potable, púrpura para agua reciclada, rosada para instalaciones no identificadas y blanco para futuras excavaciones.
Y de la inteligencia tecnológica, un sistema de alarmas digitales que se centralizan para dar las alertas.
Además, hay una serie de aspectos que permiten a una ciudad tener una identidad, si un edificio antiguo es renovado, si abre un nuevo café, qué señales de tráfico hay que incorporar, qué simbología, la publicidad que acompaña un distrito. Así la relación entre las compañías que trabajan: correos, de agua, de telecomunicaciones, de seguridad, bomberos, policía, todo en un mismo espacio e interactuando simultáneamente.
Las calles, arboladas o no, la dirección en que van, el espacio que van ganando los peatones y las bicicletas, las nuevas intersecciones, y en otro espacio también de tensión, los umbrales, los puntos de transición entre el espacio público y el privado, los espacios de interacción, son otros ámbitos de negociación.
Otra invisibilidad que hace a una ciudad es la regulatoria, los impuestos, las normas, las alturas, hasta los consejos en edificios que deciden quién vive y quién no y si en esa área se puede poner un museo. Las distancias a las escuelas y trabajos. Estas definiciones moldean una ciudad, cambian la vida cotidiana de la gente, hacen que los barrios se pueblen o despueblen, que la infraestructura quede obsoleta o que hagan faltan nuevos servicios.
Las ciudades están en tensión permanente entre el desarrollo con visión de futuro y la preservación de la memoria para dar carácter a la ciudad. Los nombres de las calles son una de las muestras de esta tensión, desde el arte, a la política, al ridículo. La designación de las calles otra; si es avenida, bulevar, carretera, ¿cuándo y porqué?.
El paisaje natural de la ciudad, el arbolado escogido, su distribución, su altura y combinación de especies, siempre visible en cada estación, pero invisible en su concepción. Estas decisiones fuera de contexto pueden animar o desolar un espacio público, una calle, pudiendo afectar hasta la salud de esa vecindad.
En lo comercial las cadenas de valor, los contratos, la conectividad que tangibiliza la ciudad en redes, invisible hasta que algo falla.
Todas son decisiones que requieren coordinación, planificación y estandarización.
Los ciudadanos pueden a pesar de todo, buscar su propio camino, para lograr la configuración a escala humana que es el embrión de la ciudad futura.