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LA NOCHE ROBADA POR LA CIUDAD

Las ciudades modernas han transformado la noche en un escenario siempre iluminado, ruidoso y activo, provocando consecuencias ecológicas, fisiológicas y culturales. La contaminación lumínica interrumpe los ritmos naturales: afecta la producción de melatonina, el sueño, la salud mental, y el equilibrio de ecosistemas urbanos—incluyendo insectos, aves, murciélagos y plantas como los agaves y cactáceas—que dependen de la oscuridad nocturna.

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LA NOCHE ROBADA POR LA CIUDAD

Las ciudades modernas han transformado la noche en un escenario siempre iluminado, ruidoso y activo, provocando consecuencias ecológicas, fisiológicas y culturales. La contaminación lumínica interrumpe los ritmos naturales: afecta la producción de melatonina, el sueño, la salud mental, y el equilibrio de ecosistemas urbanos—incluyendo insectos, aves, murciélagos y plantas como los agaves y cactáceas—que dependen de la oscuridad nocturna.

LA NOCHE ROBADA POR LA CIUDAD

Las ciudades modernas han transformado la noche en un escenario siempre iluminado, ruidoso y activo, provocando consecuencias ecológicas, fisiológicas y culturales. La contaminación lumínica interrumpe los ritmos naturales: afecta la producción de melatonina, el sueño, la salud mental, y el equilibrio de ecosistemas urbanos—incluyendo insectos, aves, murciélagos y plantas como los agaves y cactáceas—que dependen de la oscuridad nocturna.

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Las ciudades modernas han transformado la noche en un escenario siempre iluminado, ruidoso y activo, provocando consecuencias ecológicas, fisiológicas y culturales. La contaminación lumínica interrumpe los ritmos naturales: afecta la producción de melatonina, el sueño, la salud mental, y el equilibrio de ecosistemas urbanos—incluyendo insectos, aves, murciélagos y plantas como los agaves y cactáceas—que dependen de la oscuridad nocturna.

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Las ciudades modernas han transformado la noche en un escenario siempre iluminado, ruidoso y activo, provocando consecuencias ecológicas, fisiológicas y culturales. La contaminación lumínica interrumpe los ritmos naturales: afecta la producción de melatonina, el sueño, la salud mental, y el equilibrio de ecosistemas urbanos—incluyendo insectos, aves, murciélagos y plantas como los agaves y cactáceas—que dependen de la oscuridad nocturna.